Alliende, Felipe y Condemarín, Mabel. La enseñanza de la ortografía.
(1997).
Conciben
que el escritor aprendiz necesita comprender que el lenguaje escrito expresa
mensajes. Por esta razón, las palabras escritas de forma incorrecta, los
acentos mal colocados u omitidos, la puntuación deficiente, altera el sentido
de las ideas que se quieren expresar; esto trae como consecuencia que el
mensaje no sea captado con facilidad. Según Alliende y Condemarín (1997), en la
enseñanza de la ortografía es conveniente tomar en cuenta los siguientes
aspectos:
1. Los
buenos lectores, con muy pocas excepciones, tienen buena ortografía. El que lee
no sólo escucha la palabra sino que “ve” sus características ortográficas. Para
saber por ejemplo que “zanahoria” tiene “z” y “h” es necesario haberla visto
escrita, dado que la palabra oral carece de esta información. Por otra parte,
los malos lectores generalmente tienen muy mala ortografía por su escasa
familiaridad con la palabra escrita. Esta relación entre lectura y ortografía
debe conducir al profesor a estimular la práctica de la lectura.
2. El
aprendizaje de la ortografía tiene carácter evolutivo. Generalmente al
finalizar una etapa de la Educación Básica, los alumnos no han adquirido
totalmente la correcta ortografía de las palabras. La exigencia de perfección
de la expresión escrita debe cambiarse por una de motivación de los alumnos hacia
el logro de una buena ortografía, la cual se obtiene en la medida en que son
estimulados a escribir con un propósito. Por ejemplo, cuando ellos saben que
sus escritos van a ser leídos por otros, reproducidos o mostrados en la
cartelera, se esmeran en hacerlos en la forma más correcta posible.
3.
Partir de los problemas que tienen los estudiantes. No conviene enseñar
ortografía como una materia aislada en forma sistemática. La enseñanza de la
ortografía debe ser más una ayuda para que el alumno pueda producir textos
correctos desde todo punto de vista. Si los alumnos no tienen ningún problema
con el uso de b o v, no se justifica dar reglas y hacer ejercicios sobre esas
letras. Pero si los alumnos no saben cuándo deben escribir a y cuándo deben
escribir ha, entonces se justifica dar explicaciones y hacer ejercicios, en lo
posible con el propósito de mejorar un texto que tiene un destino claro.
4. Favorecer la práctica de escribir con un
propósito. Escribir frecuentemente en situaciones naturales permite que los
alumnos escriban con un propósito, lo que constituye una clave para la
estimulación de la ortografía. Una campaña ecológica, por ejemplo, implica que
los alumnos escriban afiches, instrucciones, cartas a la dirección de una
emisora o de un periódico. El propósito de confeccionar una cartelera, realizar
un concurso de cuentos o recopilar recetas de cocina en un libro, también
motiva a los estudiantes a preocuparse de la ortografía y de otros aspectos
formales del lenguaje escrito.
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