miércoles, 13 de marzo de 2019


Alliende, Felipe y Condemarín, Mabel. La enseñanza de la ortografía. (1997).

Conciben que el escritor aprendiz necesita comprender que el lenguaje escrito expresa mensajes. Por esta razón, las palabras escritas de forma incorrecta, los acentos mal colocados u omitidos, la puntuación deficiente, altera el sentido de las ideas que se quieren expresar; esto trae como consecuencia que el mensaje no sea captado con facilidad. Según Alliende y Condemarín (1997), en la enseñanza de la ortografía es conveniente tomar en cuenta los siguientes aspectos:

1. Los buenos lectores, con muy pocas excepciones, tienen buena ortografía. El que lee no sólo escucha la palabra sino que “ve” sus características ortográficas. Para saber por ejemplo que “zanahoria” tiene “z” y “h” es necesario haberla visto escrita, dado que la palabra oral carece de esta información. Por otra parte, los malos lectores generalmente tienen muy mala ortografía por su escasa familiaridad con la palabra escrita. Esta relación entre lectura y ortografía debe conducir al profesor a estimular la práctica de la lectura.

2. El aprendizaje de la ortografía tiene carácter evolutivo. Generalmente al finalizar una etapa de la Educación Básica, los alumnos no han adquirido totalmente la correcta ortografía de las palabras. La exigencia de perfección de la expresión escrita debe cambiarse por una de motivación de los alumnos hacia el logro de una buena ortografía, la cual se obtiene en la medida en que son estimulados a escribir con un propósito. Por ejemplo, cuando ellos saben que sus escritos van a ser leídos por otros, reproducidos o mostrados en la cartelera, se esmeran en hacerlos en la forma más correcta posible.

3. Partir de los problemas que tienen los estudiantes. No conviene enseñar ortografía como una materia aislada en forma sistemática. La enseñanza de la ortografía debe ser más una ayuda para que el alumno pueda producir textos correctos desde todo punto de vista. Si los alumnos no tienen ningún problema con el uso de b o v, no se justifica dar reglas y hacer ejercicios sobre esas letras. Pero si los alumnos no saben cuándo deben escribir a y cuándo deben escribir ha, entonces se justifica dar explicaciones y hacer ejercicios, en lo posible con el propósito de mejorar un texto que tiene un destino claro.

4.  Favorecer la práctica de escribir con un propósito. Escribir frecuentemente en situaciones naturales permite que los alumnos escriban con un propósito, lo que constituye una clave para la estimulación de la ortografía. Una campaña ecológica, por ejemplo, implica que los alumnos escriban afiches, instrucciones, cartas a la dirección de una emisora o de un periódico. El propósito de confeccionar una cartelera, realizar un concurso de cuentos o recopilar recetas de cocina en un libro, también motiva a los estudiantes a preocuparse de la ortografía y de otros aspectos formales del lenguaje escrito.


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