Emilia Ferreiro y Ana Teberosky. Los
sistemas de escritura en el desarrollo del niño (1979)
Los niños
continuamente están en contacto permanentemente con el lenguaje escrito y
desarrollan en primer lugar un conocimiento simbólico que los lleva a
diferenciar lo que se lee (letras, números) y lo que no se lee (dibujos).
Posteriormente ellos descubren que para leer se necesita más de una letra o
símbolo lo que los conduce a las palabras. Ferreiro y Teberosky afirman que el niño debe ser considerado como un sujeto
cognoscente y no como ignorante y aprovechar
ese conocimiento inicial en su
proceso de adquisición de la lengua escrita.
Las autoras
sostienen que la escritura no
debe verse como un producto escolar sino como un objeto cultural resultado del
esfuerzo colectivo de la humanidad. La escritura
cumple con diversas funciones sociales y tiene múltiples existencias, el niño
ve claramente que ella sirve para infinidad de cosas: para escribir una carta,
en los letreros, en la televisión, el internet, la ropa, los periódicos, etc.,
y el niño inmerso en este mundo de grafías intenta comprender el mundo que lo
rodea.
Asimismo,
consideran que los niños y niñas pasan por una serie de niveles y subniveles en
el proceso de aprendizaje de la escritura, y que al ingresar a la escuela estos
ya tienen muchísimos conocimientos acerca del mundo en general y del lenguaje escrito en particular ; por ejemplo: que la escritura se “hace” de izquierda a derecha, que se escribe en renglones o se lee siguiendo una línea
horizontal, que los cuentos casi siempre comienzan y terminan con las mismas
palabras, etc., es decir, que desde edades muy tempranas los infantes tratan de
explicarse la información que les llega de diversas procedencias: empaques de
galletas, refrescos, periódicos, libros y otros. Por este motivo debe tomarse
en cuenta lo que los niños saben, lo cual se denomina como conocimiento previo.
En el marco de la perspectiva psicogenética, Emilia
Ferreiro y Ana Teberosky, refieren que la escritura constituye un proceso de
construcción, que se aprende escribiendo, por esta razón, clasificaron el
proceso de aprendizaje de la escritura de los niños en cinco niveles o etapas
sucesivas, en función de un patrón surgido de las investigaciones dirigidas por
Ferreiro. Estas etapas, también llamadas categorías de escritura, son:
escritura presilábica, silábica inicial, silábica estricta, silábico-alfabética
y alfabética.
En el nivel presilábico, la escritura es un objeto
sustituto, no es solamente una marca o un trazo, es la representación de algo
externo, lo cual no significan que conciban la escritura como una
representación del lenguaje. No hay búsqueda de correspondencia entre los
grafemas y los fonemas (las letras y sus sonidos). Se utilizan letras
convencionales, manifestando la exigencia de cantidad y produciendo diferencias
intencionales entre las distintas escrituras. Si el alfabetizando conoce muchas
letras, las utiliza todas. Si conoce pocas, varía su orden para escribir. Puede
llegar a confundir letras con números. El dibujo provee una apoyatura a la
escritura, como garantizando su significado.
La segunda etapa silábica inicial, es el período de
transición entre la escritura presilábica y la silábica estricta. Se observan
los primeros intentos por asignar a cada letra un valor sonoro silábico. Pueden
predominar las vocales. Cuando el niño se le solicita que interprete lo que
escribió, desliza su dedo de izquierda a derecha, sin ninguna detención, a la
vez que “lee” la palabra escrita. Poco a poco, va asignando estrictamente una
letra por sílaba. Comienza a haber un valor sonoro inicial.
En tercer lugar, la etapa silábica estricta es aquella
en la cual el niño logra otorgarle un valor sonoro a cada una de las letras que
compone una escritura. A esta altura cada letra vale por una sílaba y cada
sílaba por una grafía, a esto se le llamará hipótesis silábica la cual es
construcción original del niño. En esta se supera la etapa de correspondencia
global entre forma escrita y expresión oral y por primera vez el niño trabaja
claramente con la hipótesis de que la escritura representa partes sonoras del
habla. En este nivel se presentan dos momentos. En el primero, la partición
sonora no es estrictamente silábica, y en el segundo, la partición sonora es
estrictamente silábica
En cuarto lugar, la fase silábica-alfabética, es un
período de transición en el que el niño trabaja simultáneamente con dos
hipótesis diferentes: la silábica y la alfabética. Se comienzan a usar más
letras para la escritura de una sílaba, pero no para otras. De esta manera,
mariposa puede ser escrita como “maipoa”. Si bien, obviamente no está escrito
correctamente ya que hay dos letras omitidas, se considera un avance en la
escritura del niño con respecto a sus escrituras silábicas anteriores.
Por último, en la etapa alfabética existe una correspondencia
entre fonemas y letras. El niño escribe como habla. Es muy probable que el niño
presente dificultades ortográficas en las que trabajará e irá avanzando de
forma individual, interactuando con sus compañeros y con la ayuda del docente.
En este punto, es de gran importancia decir que este es apenas el comienzo de
un largo camino por la escritura, por tal razón no cabe decir que con esta
última etapa concluye el proceso, por el contrario el desarrollo de las
competencias escriturales es una vía en construcción.
Finalmente, las autoras hacen énfasis en un aspecto
que aparentemente no es relevante pero que sin duda cumple un papel fundamental
en los procesos de enseñanza-aprendizaje de la escritura, este es el ambiente.
El aula rica en materiales es una fuente de información amplia y aguda; estos
aportan datos esenciales acerca del tipo de situación de aprendizaje que se
desarrolla en ese espacio. Porque evidentemente la selección que el maestro
hace respecto a los recursos que debe usar en su clase no es casual.
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