miércoles, 13 de marzo de 2019


Morris Kline (1976). Libro: el fracaso de la matemática moderna - por qué Juanito no sabe sumar

     Este autor afirma que se han escrito cientos de nuevos textos, y millones de niños y jóvenes han sido y están siendo enseñados con este nuevo material. Además se han publicado docenas de libros que explican el nuevo plan a padres y maestros. El dinero, tiempo energías e ideas invertidos en estos programas han sido enormes. Y los resultados según el profesor Kline totalmente negativos: una generación de analfabetos en matemáticas, con un temor sin precedentes a este campo de la enseñanza, es la prueba más palpable del fracaso de la matemática moderna. La razón está clara: las nuevas matemáticas están dirigidas a una reducida fracción de estudiantes que algún día serán matemáticos de profesión. Los demás se quedan en una formación apenas suficiente para realizar operaciones matemáticas simples, y sin duda insuficientes para rellenar un impreso de declaración de impuestos.

     Por lo cual se debe enseñar el correcto lenguaje de las matemáticas, eliminar los planes de estudios tradicionales, desarrollar una interpretación deductiva de las matemáticas y generar una nueva dirección conveniente para una reforma educativa. El autor reconoce que los antiguos métodos de enseñanza de matemáticas eran imperfectos, pero arguye que una enseñanza que excluya los números en beneficio de unos conjuntos es bastante vacía, no satisface los deseos ni las necesidades de la abrumadora mayoría del estudiantado. El profesor Kline ha escrito una incisiva y razonada refutación de la nueva matemática, unida a un persuasivo alegato acerca de la necesidad de que los educadores admitan su error y busquen un remedio eficaz.

     Cabe destacar, que la enseñanza de la misma, debe estar en las personas adecuadas los cuales son los matemáticos de amplia formación y los profesores de escuelas primarias y secundarias maduros, experimentados y con una preparación suficiente. Se puede consultar a investigadores, psicólogos y educadores ordinarios, pero no deben ciertamente ellos quienes lleven el peso del trabajo. Por lo demás, los profesores escolares deberían ser los árbitros para establecer qué se debe enseñar y cómo debe enseñarse. Ellos son los únicos que han trabajado con jóvenes y que conocen la forma de interesarles y qué grado de abstracción pueden asimilar.

     La matemática no es una mera colección de hechos y destrezas sin alma. No se trata de verdades llovidas del cielo. Los hechos que la matemática utiliza nacieron al modo humano, arropadas por el interés acuciante de hombres y mujeres intensamente enfrascados en resolver ciertas cuestiones que les intrigaban profundamente. Muchas de las destrezas que hoy se tiende a enseñar aburridamente y a utilizar con indiferencia fueron descubiertas un día entre exclamaciones de entusiasmo y admiración. La matemática es una ciencia lógico deductiva y ese carácter es el que debe informar la enseñanza de la misma. 

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